El desarrollo de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación ha supuesto, supone y supondrá un avance hacia un nuevo mundo, un mundo interconectado en todos los ámbitos de la vida cotidiana. Pero, además de vislumbrar el futuro que nos espera, ¿nos hemos parado a pensar qué dejamos atrás?
En los últimos años, el aumento de los teléfonos inteligentes, los smartphones, ha supuesto un salto de gigante en multitud de aspectos enfocados hacia las comunicaciones interpersonales. Vivir conectado se ha convertido casi en una necesidad causada por el uso de estos dispositivos. Echando la vista atrás, apenas unos años, resulta curioso ver el nacimiento y la evolución que ha tenido un servicio tal como WhatsApp en nuestro país. Un servicio consolidado y convertido hoy en algo completamente natural, hasta en nuestro lenguaje, incorporando términos como “whatsapear” a nuestras conversaciones. Tanto es así que incluso multitud de nuestros mayores hacen uso de este servicio con sorprendente maestría para comunicarse con hijos, nietos o amigos. El progreso tecnológico se ha vuelto imparable.
Smartphone: la navaja suiza tecnológica
Los dispositivos móviles también han revolucionado el sector audiovisual desde el momento en el que comenzaron a incorporar cámaras fotográficas de alta resolución, desplazando así el uso de la cámara compacta digitales y dando la puntilla mortal a la cámara analógica. De igual modo ha sucedido con el uso de las videocámaras e incluso con la industria discográfica en favor de la compra de mp3 y de servicios de música en streaming.
Pero el smartphone no ha quedado sólo dedicado al ámbito de las comunicaciones, a la captura de imágenes y al ocio musical. La innovación tecnológica aplicada a estos dispositivos ha hecho posible el desarrollo de aplicaciones que controlan desde nuestras desde nuestras agendas hasta nuestras costumbres saludables y alimentarias.
Además, en un futuro próximo (y ya anunciado) se incorporarán nuevos sensores a los teléfonos, los cuales serán capaces de captar nuestras constantes vitales para tener un seguimiento pormenorizado de nuestra salud. Tras estas mediciones, si fuese necesario los dispositivos enviarán los datos recopilados a nuestros médicos. Sin duda, los teléfonos móviles se convertirán en una nueva herramienta puesta, incondicionalmente, del lado de la sociedad de mayor edad.
¿Qué fue de la tecnología obsoleta?
Rara es la casa que no guarda viejos equipos tecnológicos en el interior de algún armario. Quizá todos, en algún momento de nuestras vidas, hemos abierto un armario o una caja y hemos redescubierto ese pequeño objeto que seguimos guardando con cariño, ese que nos transporta años atrás haciendo que seamos incapaces de desprendernos de él:
La vieja máquina de escribir.
Nuestro primer radiocasete.
El tocadiscos de vinilo de nuestro abuelo.
Nuestra primera cámara de fotografía analógica con un carreta a medias.
El tomavistas Super8 de nuestros padres.
Nuestra primera videocámara Hi8 con horas y horas de vídeos caseros.
El VHS con un amplio surtido de cintas con nuestras películas favoritas.
Añoranzas, melancolía, vivencias y sentimientos de cariño es todo lo que nos queda de aquellos tiempos. Quizá sea cierto que tiempos pasados fueron mejores o quizá sea el uso consciente que hacíamos de ellos. Todos nuestros viejos objetos tecnológicos son como aquella canción que fue capaz de marcar un momento de nuestras vidas, aquella que con tan solo escucharla años más tarde nos evoca los entrañables recuerdos de nuestro pasado. Tecnología obsoleta que también, como aquella fotografía desteñida por el tiempo, nos hace revivir momentos dulces de nuestra más tierna infancia.
El futuro de nuestro legado
¿Qué será de la tecnología que usamos hoy cuando pasen 20 años? ¿Acaso nos acordaremos de nuestro primer smartphone? Quizá sí, por ser el primero en aportarnos las delicias de funcionar rozando un suave cristal, pero ¿recordaremos los sucesivos si hoy recordamos vagamente cuántos móviles hemos tenido?
Semeja que la tecnología se vuelve cada vez más fría y efímera. Libros electrónicos, música digital, documentos en la nube. El papel y el soporte físico pierden terreno en favor de la tecnología. Me pregunto qué legado dejaremos a nuestros hijos como recuerdo de nosotros mismos, ¿unos pocos megabytes fotográficos en la nube? Simplemente te invito a ti, lector, a reflexionar sobre el legado de tu propia memoria histórica.
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