Si existe una noche verdaderamente mágica, esa es, sin lugar a dudas, la noche en la que los Reyes Magos de Oriente se pasean por todas las casas, pueblos y ciudades. Del mismo modo, hablar de Reyes Magos es hablar de noche mágica, de noche de ilusiones, de emociones y de soñar con fantasías convertidas en realidad.
La noche de reyes también es sinónimo de cabalgatas, caramelos, cartas bienintencionadas y bienhumoradas, balances anuales, algo de carbón y de muchos regalos. Sobre todo esto último, regalos, muchos regalos portadores de emociones y sensaciones únicas. Regalos que iluminan caras, zapatitos espléndidamente cubiertos de paquetes cuidadosamente envueltos en papel de colores, vistosos y lustrosos.
Pero hablar de noche de Reyes es, por encima de cualquier cosa, descubrir cientos de caritas contemplando emocionadas cómo Sus Majestades de Oriente se pasean por las calles encaramados en lo alto de magnificas carrozas, lanzando decenas de puñados de caramelos y lanzando ilusiones por los cuatro costados.
Vivir durante varias horas esta experiencia desde dentro, es todo un honor al alcance de muy pocos. Puedo narrar en estas líneas cómo satisface, personalmente, trabajar en una de las jornadas televisivas más esperadas por muchos. Sólo de pensar en niños y mayores emocionados al filo del televisor hace que se erice el pelo. Estos días cabe recordar que muchos de estas personas y personitas tienen que vivir estas emociones pegadas a la pantalla del televisor, al encontrarse indispuestos para salir a la calle a vivir la ilusión en primera persona. De igual modo, otros tantos tienen que hacerlo desde las camas de hospitales, camas de las que uno desea que todos puedan incorporarse lo antes posible y regresar al hogar.
Con diferencia, la jornada de la cabalgata de reyes es la jornada de trabajo televisivo, tras las cámaras, que personalmente más me agrada realizar. ¿Superbowl? ¿Juegos Olímpicos? ¿Eurovisión? ¿Final del mundial de futbol? Para nada. Creo que no hay nada más gratificante que ver a cientos de niños, dispuestos en el trazado de diversas calles, esperando a que pasen los Reyes Magos y notar cómo sus caritas se iluminan y se llenan de felicidad.
Por muchos años que cumplas, nunca dejes que las ilusiones y emociones de tu niño interior se apaguen.